El riesgo sísmico de la Central Nuclear Embalse | 3.° parte

El reactor de la Central Nuclear Embalse, un modelo CANDU de tubos horizontales denominado Calandria. Crédito: Nucleoeléctrica.


Por Cristian Basualdo

Viene de una segunda parte.

Cada tecnología trae aparejado su propio accidente. En las centrales nucleares, un accidente severo consiste en la pérdida de la refrigeración del reactor, se lo denomina LOCA (Loss Of Coolant Accident). En esta situación, si bien la fisión nuclear se puede detener, el combustible nuclear sigue liberando calor que puede dañar al reactor. Si además resulta dañado el edificio de contención pueden ocurrir descargas no planificadas de material radiactivo al exterior.

El reactor de Embalse es un modelo CANDU denominado calandria. Un factor de riesgo es el gran inventario de circonio (unos 200 kilogramos) que reacciona exotérmicamente con vapor a las temperaturas que podrían alcanzarse durante un LOCA. Esta reacción produce hidrógeno gaseoso, cuya explosión representa una amenaza para la estabilidad de la contención.

En la extensión de vida de la Central Nuclear Embalse se implementaron cambios de diseño para incrementar su robustez ante eventos sísmicos, tales como la incorporación de una línea de reposición de agua desde afuera del edificio del reactor hacia la bóveda de la calandria. Para mitigar el hidrógeno en caso de un LOCA, se incorporaron recombinadores autocatalíticos pasivos en el edificio del reactor. Se trata de una tecnología desarrollada después de los accidentes nucleares de Three Mile Island en 1979 y de Chernóbil en 1986, que impulsaron la investigación sobre daños al núcleo y fallos de la contención por efecto de las explosiones de hidrógeno. En Canadá, las plantas CANDU incorporaron recombinadores autocatalíticos pasivos desde el año 2000.[7] Cabe entonces preguntar por qué en Embalse no se implementaron antes.

La negación sísmica del lobby nuclear

La central nuclear de Fukushima funcionó durante 40 años sin grandes novedades hasta el 11 de marzo de 2011, cuando un terremoto y el posterior tsunami ocasionaron uno de los peores accidentes nucleares de la historia, con tres reactores fundidos, explosiones de hidrógeno y liberación de grandes cantidades de radionucleidos al exterior.

Naoto Kan, físico y primer ministro de Japón cuando ocurrió el accidente, dijo: “Después de todo aquello tomé conciencia de que la mitad del país, alrededor de 50 millones de personas, podrían haber sido evacuadas de sus hogares. Es algo que solo sucede en situaciones de emergencia como las grandes guerras. Ahora pienso que todas las centrales nucleares deberían cerrarse y haré todo lo que sea útil para que eso suceda”. El historiador ambiental Antonio Elio Brailovsky señaló que: “Las causas del desastre son terriblemente sencillas: ahorraron dinero. En vez de construir una central atómica que resistiera la intensidad de un terremoto y la altura de un tsunami como los que efectivamente ocurrieron, lo hicieron para una altura e intensidad mucho menores”.[8]

No se pueden soslayar las vergonzosas declaraciones de los funcionarios del átomo argentinos con relación a Fukushima. El gerente de control de reactores de la Autoridad Regulatoria Nuclear, Rubén Navarro, afirmó que las centrales de Atucha y Embalse tienen diferencias fundamentales con las de Japón, tanto en su tecnología como en su localización, lejos del mar y de zona de unión de placas tectónicas. El gerente de relaciones institucionales de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA), Gabriel Barceló, señaló que Argentina no podría pasar por una situación similar “porque se usa diferente tecnología y además no estamos en zona sísmica”. Ambos funcionarios mintieron sobre la sismicidad del sitio Embalse, conocían la verdad, pero decidieron ocultarla al público, porque la manera más cómoda de combatir el riesgo es negarlo. “Para la CNEA la sismicidad no cuenta, se preocupan siempre por difundir que es escasa o nula” señaló Javier Rodríguez Pardo, fundador del Movimiento Antinuclear del Chubut, durante el conflicto por el repositorio nuclear de Gastre.[9]


Referencias:

  1. Miguel Ángel Jiménez García, Recombinación del Hidrógeno en Dispositivos Autocatalíticos Pasivos y sus Implicaciones en la Seguridad de las Centrales Nucleares, 2007, Tesis Doctoral, Escuela Técnica Superior de Ingenieros Industriales, Universidad Politécnica de Madrid.

  2. Antonio Elio Brailovsky, La Guerra Contra el Planeta, Capital Intelectual, 2017; página 252.

  3. Javier Rodríguez Pardo, El Repositorio Nuclear de Gastre, En la Patagonia No, Edición de Proyecto Lemu, Grupo amigos del libro. Impreso en El Bolsón.

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