Alberto Fernández frente a la trampa de la deuda nuclear china

Antes de asumir sus respectivos cargos, se reunieron el presidente de Argentina, Alberto Fernández, y el director del Organismo Internacional de Energía Atómica, Rafael Grossi, para hablar de la compra del reactor nuclear Hualong One, en Puerto Madero, el viernes 15 de noviembre de 2019.


El lobby nuclear presiona al Gobierno argentino para que tome un crédito de China, destinado a la compra de un reactor nuclear modelo Hualong One, fabricado en China.

por Cristian Basualdo

Argentina se sumó a la Iniciativa de la Franja y la Ruta, conocida como la Nueva Ruta de la Seda, un nombre que hace referencia a la financiación de infraestructuras en el extranjero por parte de China, concentrada en sectores de alta tecnología para promover su propia modernización industrial.

El 1 de febrero de 2022, Nucleoeléctrica Argentina SA y la Corporación Nacional Nuclear China firmaron un contrato de ingeniería, suministro y construcción para la compra de un modelo Hualong One, a un costo de ocho mil trescientos millones de dólares (8.300 MUSD). Para hacerse una idea del dispendio, basta considerar que con esa suma se pueden construir unos 7.000 kilómetros de rutas. Los lectores con conocimientos de contabilidad pueden calcular a partir de las condiciones del crédito (8.300 MUSD a pagar en 20 años, con 7% de interés y 8 años de gracia), que Argentina deberá pagar una cuota anual de unos 1.400 MUSD durante 12 años. Durante el mismo período la energía eléctrica producida por el reactor va a costar aproximadamente 3,5 veces más que el promedio. Este proyecto fue bautizado como Atucha III por los funcionarios del átomo, que evitan hablar de los costos, por ejempo, el presidente del Directorio de Nucleoeléctrica, José Luis Antúnez, evadió el tema durante una entrevista para el programa A Dos Voces.

Desarrollar un nuevo modelo de reactor nuclear es muy costoso, incluso para una de las mayores economías del mundo. En 2012, los planificadores centrales de Pekín ordenaron a las empresas estatales que racionalizaran sus programas de reactores, unificando los diseños en un solo modelo, así nació el Hualong One, cuyo nombre significa dragón chino número uno. En su fabricación participan más de 5.300 empresas chinas, por eso el gigante asiático necesita vender el flamante modelo.

Las presiones sobre Alberto Fernández comenzaron antes de que asumiera la presidencia. El 15 de noviembre de 2019, se reunió con el argentino Rafael Grossi, actual director general del Organismo Internacional de Energía Atómica, el motivo de la reunión fue la compra del Hualong One. “Es interesante un cliente como la Argentina, porque la Argentina es un país nuclearmente maduro”, dijo Grossi durante una entrevista para el programa Odisea Argentina.

No comment”

En un nivel de análisis más elevado, el verdadero negocio para China es vender el combustible nuclear para el Hualong One, que tiene una vida útil de diseño de 60 años; una vez transcurridos, Argentina habrá pagado el precio de 2 reactores adicionales solamente en la compra del combustible nuclear. Se puede hacer una analogía doméstica con una impresora, luego de unos años, un usuario habrá gastado en los cartuchos de tinta tanto como el costo de la impresora. Para salvar discursivamente esta deficiencia, los funcionarios del átomo dicen que van a negociar con China la transferencia de la tecnología para la fabricación de los elementos combustibles que usará el nuevo reactor. Como veremos a continuación, esta solución es parcial.

Las centrales nucleares argentinas funcionan con uranio natural, mientras que el Hualong One lo hace con uranio enriquecido. Por eso, aunque Argentina fabrique los elementos combustibles seguirá dependiendo de la importación de uranio enriquecido. El mismo Antúnez criticó este aspecto del reactor chino. Antes de asumir el cargo, decía que fabricar los elementos combustibles sin disponer de una planta de enriquecimiento de uranio es como fabricar el tubito metálico del Redoxon, sin las pastillas. En cambio, una vez designado presidente de Nucleoeléctrica, al ser consultado por el combustible nuclear durante una entrevista para Agendar dijo: “Sobre eso, no comment. No es mi área. Eso es área de la Secretaría de Energía, la CNEA, la Cancillería y el Poder Ejecutivo”.


El reactor nuclear Karachi-2, en Pakistán, fue la primera exportación de un Hualong One por parte de China. Argentina puede convertirse en el segundo país en comprar el mismo modelo.


Se conoce como la diplomacia de la trampa de la deuda china, a los préstamos que otorga el gigante asiático a países pobres o sobreendeudados para extraer concesiones geopolíticas y asegurarse la provisión sostenida de materias primas. El ejemplo más repetido es Sri Lanka, supone que China le prestó el dinero para construir un puerto y luego se apoderó del mismo cuando Sri Lanka no cumplió con sus obligaciones de pago. Pero un informe del instituto británico Chatham House, también conocido como el Instituto Real de Asuntos Internacionales, no atribuye la posterior crisis de la deuda de Sri Lanka a los préstamos chinos, sino al exceso de créditos contraídos con los mercados de capitales occidentales. Sin embargo, Argentina es un ejemplo de que las relaciones con China no son fríos ejercicios de asepsia financiera. Con los primeros convenios firmados a comienzos de la década pasada, Argentina cedió a China, sin costo y por 50 años, unas 200 hectáreas en la localidad de Bajada del Agrio para la instalación de una base espacial.

Una trampa de endeudamiento perpetuo

La toma de deuda para faraónicos proyectos nucleares es recurrente en la historia argentina moderna. Cuando se produjo el último golpe de Estado, en marzo de 1976, la deuda externa Argentina era de poco menos de 9.000 MUSD. La dictadura designó como presidente de la Comisión Nacional de Energía Atómica al capitán de navío Carlos Castro Madero, que anunció un monto de inversiones para el plan nuclear de 5.500 MUSD. Así, la Argentina comenzó una gigantesca operación de transplante, recepción, copia, y asimilación de artefactos y procesos ya realizados en los países centrales. En 1979, Castro Madero anunció la construcción de Atucha II, su plan preveía 4 centrales nucleares, pero el dinero se acabó y pocos proyectos se concretaron.

Con el relanzamiento del plan nuclear de 2006, se desempolvaron los viejos proyectos de Castro Madero para echarlos al ruedo. En noviembre de 2015, la por entonces presidenta Cristina Fernández anunció que se habían invertido 11.000 MUSD en el nuevo plan nuclear.

Castro Madero se retiró del cargo en 1983 y Cristina Fernández terminó su segundo mandato presidencial en 2015, sin que Atucha II produjera energía. La puesta en servicio de esta central nuclear estaba prevista para 1987 pero se concretó en 2016, 29 años después. La evidencia de la constatación empírica nos muestra que los proyectos nucleares argentinos terminan con retrasos y sobrecostos. La última obra nuclear importante fue la extensión de vida de la Central Nuclear Embalse, su finalización estaba prevista para julio de 2012 a un costo de 704 MUSD, pero se concretó en mayo de 2019, a un costo de 2.149 MUSD.

Los funcionarios del átomo justifican su esfuerzo con un discurso cualitativo que equipara sus proyectos nucleares con procesos de independencia tecnológica, capaces de reestablecer el orgullo argentino. Es un discurso ante el cual no corresponde contar dinero, aunque el Hualong One sea la forma más costosa de generar energía o nos condene a importar el combustible nuclear.


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