Un nuevo aniversario encuentra los residuos nucleares esperando | 3.° parte
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Gentileza de Alex Dukal. |
En notas anteriores vimos que la CNEA, después de aquel 17 de junio de 1996, ha vuelto a pensar en el destino de los combustibles nucleares gastados, almacenados en una cantidad que ya supera las seis mil toneladas.
Por Juan Vernieri
Vimos que, si bien ya se está estudiando la posibilidad de construir un Almacén Geológico Profundo, se requiere que se resuelva considerar a los combustibles gastados como desecho sin posibilidad de aprovecharlos para obtener nuevo combustible.
En nuestra opinión, Argentina jamás reprocesará sus combustibles gastados, opinión que fundamentamos en nota anterior. Aunque se recurriera a reprocesarlos para producir nuevo combustible, quedaría una gran parte de ellos imposibles de utilizar, resto de gran radiactividad y persistencia por decenas de miles de años que tendrían que ir a un repositorio.
Existe un consenso científico sobre el almacenamiento en profundidad de residuos radiactivos de alta actividad como solución “definitiva” para los residuos nucleares, consenso basado en el trabajo de varias décadas de la comunidad científica y técnica internacional, en el que alternativas como el lanzamiento de residuos nucleares al espacio, el vertido oceánico, el almacenamiento bajo glaciares continentales, el almacenamiento bajo el lecho marino y el almacenamiento supervisado a largo plazo se estudiaron cuidadosamente y se descartaron.
Claro que el rechazo de otras opciones no implica automáticamente que el almacenamiento en profundidad sea seguro. A lo sumo queda como la mejor opción.
Artículos publicados en revistas científicas han identificado diversos escenarios en los que podría producirse una liberación significativa de radiactividad, con graves consecuencias para la salud y la seguridad de las generaciones futuras. Algunos de ellos son:
Los contenedores y sobreembalajes de cobre o acero que contienen combustible nuclear gastado o residuos de alta radiactividad podrían corroerse más rápidamente de lo previsto.
Los efectos del intenso calor generado por la desintegración radiactiva, así como las perturbaciones químicas y físicas debidas a la corrosión, la generación de gases y la biomineralización, podrían afectar la capacidad del material de relleno para atrapar algunos radionucleidos.
La acumulación de presión de gas en el repositorio, como resultado de la corrosión de metales o la degradación de material orgánico, podría dañar las barreras y forzar rutas rápidas de escape de radionucleidos a través de fracturas de rocas cristalinas o poros de rocas arcillosas. Efectos químicos poco conocidos, como la formación de coloides, podrían acelerar el transporte de algunos de los elementos más radiotóxicos, como el plutonio.
Fracturas y fallas no identificadas, o la falta de comprensión de cómo fluye el agua y el gas a través de ellas, podrían provocar la liberación de radionucleidos en las aguas subterráneas mucho más rápido de lo previsto.
La excavación del depósito dañará las zonas de roca adyacentes y, por lo tanto, podría crear vías rápidas para el escape de radionucleidos.
Las generaciones futuras, en busca de recursos subterráneos o instalaciones de almacenamiento, podrían excavar accidentalmente un pozo en la roca que rodea el depósito o en las aguas subterráneas contaminadas que se encuentran por encima.
Las futuras glaciaciones podrían causar fallas en la roca, la ruptura de contenedores y la penetración de aguas superficiales o permafrost hasta la profundidad del depósito, lo que provocaría la rotura de las barreras y una disolución más rápida de los residuos.
Los terremotos podrían dañar los contenedores, el relleno y la roca.
No son pocas las incertidumbres que quedarán después de depositar los combustibles gastados en un Almacén Geológico Profundo.
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