Francia no extrae uranio de su territorio | 4.° parte
Francia se distingue a nivel mundial por su notable dependencia de la energía nuclear para la generación de electricidad, política de larga data impulsada por la preocupación por la seguridad energética.
Por Juan Vernieri
Una decisión estratégica para minimizar su dependencia de las importaciones de energía, dada la escasez de reservas nacionales de combustibles fósiles.
Pretendía no depender de la importación de esos combustibles, pero al decidir finalizar las extracciones de uranio en su territorio, la actual importación de uranio, redujo esa seguridad.
Dada esta fuerte apuesta por la energía nuclear, resulta paradójico que una nación con tal dependencia no explote sus propios yacimientos de uranio.
Cualquier interrupción en la cadena de suministro de uranio podría acarrear repercusiones significativas para la seguridad energética y la economía del país, lo que resalta la necesidad de comprender las estrategias de abastecimiento de uranio.
La producción de uranio en Francia alcanzó su punto máximo durante la década de 1980, coincidiendo con la expansión de su flota de energía nuclear. Entre 1953 y 2002 logró una extracción total de casi 76 mil toneladas.
La calidad de sus yacimientos era generalmente de baja ley, y condiciones de operación difíciles, principalmente en minas subterráneas.
Todavía tiene yacimientos sin explotar. El principal se encuentra en Coutras, Aquitania, con un potencial estimado de 20.000 toneladas, lo que representa el 5 por mil del total mundial.
Sin embargo, se considera que no es suficientemente rentable para la extracción. La concentración de la minería de uranio en regiones específicas como el Macizo Central sugiere un impacto económico y social localizado durante el período operativo y posibles legados ambientales negativos a largo plazo en estas áreas.
La distribución geográfica de las actividades mineras implica que ciertas comunidades y regiones se vieron más directamente afectadas por la industria, tanto positivamente a través de la creación de empleo y la actividad económica, como potencialmente de forma negativa a través de los impactos ambientales y de salud. Este impacto localizado probablemente influyó en la percepción pública y la oposición local.
A medida que se desarrollaron los mercados mundiales de uranio, encontró más conveniente importar uranio que producirlo, especialmente para evitarse la contaminación de su territorio.
En febrero de 1954, se descubrió la importante lente de pechblenda en Bois-Noirs. A partir de 1980 se produjo un declive gradual en la producción que culminó con el cierre de la última mina (Jouac en Haute-Vienne) en 2001.
Si bien varias razones concurrieron para este declive, no hay duda que la oposición de su población unida a las gestiones diplomáticas exitosas que permitieron iniciar explotaciones en África, en países con depósitos más rentables, como Níger, contribuyeron a esta tendencia.
En las primeras etapas de su programa nuclear, priorizó asegurar su propio suministro de uranio, lo que llevó al desarrollo de capacidades mineras nacionales, que como todas las explotaciones de minerales radiactivos derivó en amplias zonas del país contaminadas.
Si bien hay que reconocer que los costos de explotaciones en el exterior, por diversos motivos, resultaban más económicos, no hay dudas que la contaminación y la oposición social concluyeron en la conveniencia de conseguir uranio del exterior.
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