Insólita declaración de un funcionario rionegrino | 1.° parte

En una extensa charla con un periodista de El Cordillerano, Joaquín Aberastaín Oro, Secretario de Minería de la provincia de Río Negro, manifestó que la energía nuclear, “es la más limpia que existe”. Si no fuera que se trasluce un interés profesional y, tal vez, económico, parecería que pensó que hablaba para ignorantes y podía decir cualquier cosa. Esta Columna de Opinión no puede dejar pasar semejante disparate.

Por Juan Vernieri

La sola extracción de mineral de uranio, materia prima para el combustible de esa energía, perjudica la vida humana, sin hablar todavía de los desechos de la industria nuclear o de una fusión accidental.

No creo, pero tal vez el funcionario no se enteró porque las empresas mineras y los estados tratan de esconder, tras una máscara de silencio, los riesgos para la salud en la minería del uranio. Intentan que se divulgue poco el impacto de la extracción de ese mineral en la salud humana.

El uranio es un metal pesado quimiotóxico y radiactivo, cuya inestabilidad lo hace radiotóxico para humanos y animales.

Está en todas partes de la Tierra, pero en concentraciones muy muy bajas. La mina de Rössing, en Namibia, se encuentra en el extremo inferior de la escala de los depósitos explotables con un contenido de uranio apenas del 0,03 % en peso. Sin embargo, hay incluso planes para explotar depósitos con concentraciones más bajas aún. Es un problema de rentabilidad.

La escasa concentración obliga a mover grandes cantidades de roca para extraer mineral útil, dejando inmensas cantidades de estériles que contaminan el medio ambiente durante miles de años. Se denominan estériles a los restos de mineral radiactivo, pero no rentable.

El polvo fino y grueso liberado durante la minería está lleno de partículas radiactivas y el aire es contaminado por el gas radón, una de las principales razones de la alta incidencia de cáncer de pulmón en los mineros.

El agua potable y la cadena alimenticia son contaminados por el uranio y sus productos de decaimiento. Un organismo puede ser dañado aun si solo se expone a bajas dosis de radiación.

Los mineros realizan un trabajo físico extenuante y, como resultado, pueden tener dificultades para respirar. Tanto en las minas a cielo abierto como en las subterráneas, están expuestos, al polvo, a los metales pesados, al radón, a la radiación ionizante e incluso, al ruido.

El agua subterránea y las aguas de la mina están contaminadas. Por consiguiente, son los mineros los que más sufren de enfermedades laborales y secundarias. Pero sus familias también pueden contaminarse a través de los alimentos, la ropa, el agua potable y las partículas de polvo tóxicas y radioactivas.

Ya a finales de la Edad Media se conocía el término “enfermedad pulmonar de Schneeberger”, misteriosa afección de los mineros. Hoy se sabe que era cáncer de pulmón causado por el radón y el polvo de uranio.

La radiación ionizante puede matar las células del cuerpo afectadas. Si las células sobreviven, su material genético puede resultar dañado. Estas células enfermas transmiten el material genético dañado a sus “descendientes”, de modo que, incluso décadas más tarde, pueden aparecer tumores malignos.

Dado que, además de las radiaciones ionizantes, los metales pesados también tienen efectos tóxicos, el riesgo general de contraer cáncer es considerablemente relevante para los mineros y sus familias.

No puede decirse que la energía nuclear es limpia, cuando la producción de su combustible es tan dañina para la salud humana.

Continuaremos abundando sobre el impacto ambiental de la energía nuclear, que iniciamos con la minería del uranio.

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