¿Qué sucede en un reactor durante un gran desastre nuclear?

El edificio del reactor de la Unidad 4 de la accidentada central nuclear de Fukushima Daiichi, en Okuma, Japón, en noviembre 2013. Fuente: David Guttenfelder / AP Photo.


Los combustibles gastados que se retiran de un reactor, generalmente se depositan en piscinas de refrigeración, situadas a nivel inferior al del reactor. Como se sabe el núcleo del refractor también debe ser refrigerado. Así el agua tiene dos funciones: refrigerar y aislar la radiación del ambiente.

Por Juan Vernieri

En un desastre atómico, los principales peligros se producen en el reactor y en su piscina de combustible irradiado. Si por alguna razón se pierde el agua, quedarían expuestas las barras de combustible altamente radiactivas, lo que provocaría fusiones y explosiones como las que se produjeron en Fukushima (Japón) en 2011, donde se liberaron grandes cantidades de radiactividad al medio ambiente.

Las explosiones expulsan nucleidos radiactivos a gran altura en la atmósfera, de modo que viajan largas distancias a favor del viento y finalmente la lluvia se encarga de volverlos a la superficie, como lluvia radiactiva cubriendo grandes áreas.

La Agencia Europea del Medio Ambiente, mostró que la dispersión y deposición de cesio-137 de la catástrofe de Chernóbil en Ucrania en 1986, abarcó el 40% de la superficie terrestre de Europa, alcanzando también al Reino Unido de Gran Bretaña, a 1200 kilómetros.

En Japón, la radiación de Fukushima liberada en 2011 también se extendió, y algunas partículas radiactivas viajaron hasta 400 km. Se estima que aproximadamente el 7% del territorio de Japón quedó gravemente contaminado.

¿Qué se libera durante un gran accidente nuclear?

En las primeras semanas posteriores al desastre, las emisiones son, por lo general, gases y vapores radiactivos de corta duración, entre ellos tritio, xenón, criptón y yodo. Estos gases y vapores provocan exposiciones nocivas a las personas que los inhalan, las que viven hacia dónde va el viento.

Posteriormente, pueden liberarse cientos de nucleidos no volátiles. Se trata de radionucleidos no gaseosos, generalmente de vida más larga, que, sin embargo, pueden viajar largas distancias. Entre ellos se encuentran el estroncio, el cesio y el plutonio. Estos plantean peligros durante períodos más largos, ya que contaminan los árboles, las granjas, los campos y las áreas urbanas donde se depositan y recirculan durante décadas.

Aunque los medios de comunicación suelen hablar de la vida media de los radionucleidos, es engañoso, ya que la longevidad peligrosa de estos nucleidos suele ser entre 10 y 20 veces mayor que su vida media radiológica.

¿Cuáles son los efectos nocivos para la salud?

Tanto los nucleidos de vida corta como los de vida larga son peligrosos. Los de vida corta, producen dosis altas. Estas causan erupciones cutáneas, sabor metálico, náuseas, pérdida de cabello, etc. y enfermedades años después, como cáncer de tiroides, mucho después de que el nucleido se ha desintegrado. Normalmente, hay exposiciones tanto externas a través de la piel como internas por inhalación o ingestión.

Los nucleidos de vida más larga presentes en el medio ambiente con una vida media de 30 años, también plantean peligros. Estos se producen no solo inicialmente durante las primeras fases de una catástrofe, sino también décadas después, cuando los suelos y la hojarasca se ven alterados por tormentas o incendios forestales. Pueden exponer continuamente a las generaciones posteriores de personas y animales, especialmente a aquellos que no pueden evacuar las zonas contaminadas o que carecen de acceso a alimentos limpios.

La contaminación liberada por los reactores nucleares no se queda en un solo lugar. Debido a los incendios forestales, las fuertes lluvias, el deshielo y las actividades humanas como la guerra, la radiactividad en las plantas y los suelos puede volver a suspenderse más adelante y estar disponible para ser inhalada o ingerida nuevamente, lo que determina una exposición continua.

Gran parte del impacto en las poblaciones de zonas contaminadas radiactivamente podría evitarse si se ayudara a las personas a mudarse para dejar de respirar aire contaminado y comer alimentos contaminados. Los bebés por nacer en zonas contaminadas sufren niveles elevados de defectos y malformaciones congénitas.

Los estudios también han demostrado que los animales que viven en tierras contaminadas muestran gran sensibilidad a la radiación.

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