Contra la propaganda nuclear

La industria de la energía nuclear se encuentra en una situación desesperada. Sus reactores en funcionamiento son impagables sin el soporte vital de las subvenciones públicas. Los nuevos reactores se denominan ahora rutinariamente “reactores Power Point”, todavía sobre el papel y con poco interés comercial.

Por Juan Vernieri

Incluso Bill Gates y Rolls Royce se dirigen con la gorra a sus respectivos gobiernos de Estados Unidos y Reino Unido para hacer realidad sus inútiles reactores “avanzados” o “pequeños”.

Mientras tanto, las energías renovables están despegando en Estados Unidos y en todo el mundo. Y, sin embargo…

Si te fiaras de los medios de comunicación, creerías que la energía nuclear está experimentando un renacimiento (no diremos “otro” porque el primero, tan cacareado, nunca se produjo).

La industria nuclear, sus grupos de presión y sus compinches se han puesto en marcha, insistiendo en que la energía nuclear es “libre de carbono” (lo que no es cierto) y es la respuesta a la crisis climática (lo que tampoco es cierto).

La retórica ―, ya que gran parte de ella es falsa, es realmente propaganda― no resiste el mínimo análisis cuando se pone en tela de juicio con datos empíricos.

Consciente de su fracaso económico y social, y de su declive, la industria nuclear está buscando desesperadamente una justificación que le permita renovar las ayudas y subsidios estatales que ha estado recibiendo desde sus orígenes.

Así, la industria nuclear utiliza como pretexto que, como las centrales nucleares no emiten dióxido de carbono, el único camino para reducir esas emisiones es sustituir las centrales térmicas de combustibles fósiles por centrales nucleares.

Obviamente, existen otras posibilidades que siempre eluden y que está demostrado que pueden hacer frente a la totalidad de la demanda eléctrica: las energías renovables.

Cualquier análisis serio demuestra que la energía nuclear no puede jugar ningún papel eficaz para solucionar el problema del cambio climático mundial. Incluso dejando al margen la imposibilidad de financiar económicamente una expansión masiva de la energía nuclear.

Si bien es cierto que las reacciones de fisión nuclear no producen dióxido de carbono (CO₂) (aunque sí generan residuos nucleares de alta peligrosidad y larga vida radiactiva), también lo es el que la generación de electricidad por medios nucleares sí emite CO₂.

Considerando el ciclo completo de las tecnologías de generación eléctrica no-fósiles (es decir, la nuclear y las renovables), la energía nuclear emite más CO₂ que cualquiera de las energías renovables por cada kWh producido.

Esto se debe a que en todas las etapas del ciclo nuclear:

la minería del uranio,

la fabricación del concentrado,

el enriquecimiento,

la fabricación del combustible,

la construcción de las centrales nucleares,

su mantenimiento y posterior desmantelamiento,

la gestión de los residuos radiactivos, etc.

se consumen grandes cantidades de combustibles fósiles.

Afortunadamente, la solución eficaz al cambio climático existe: un modelo energético sostenible cuyo eje fundamental sea las energías limpias (renovables y tecnologías de ahorro y eficiencia). Aplicadas en todos los ámbitos ―generación de electricidad, transporte…― las energías limpias pueden lograr reducir de forma efectiva, también en términos económicos, las emisiones de CO₂.

Las inversiones dirigidas a promover la eficiencia energética son siete veces más efectivas que las dirigidas a la energía nuclear a la hora de evitar emisiones de CO₂.

Podemos decir que la larga y compleja construcción y el desmantelamiento de las centrales nucleares, se produce una sola vez, como sucede así en cualquier instalación incluida las energías renovables, pero la energía nuclear necesita constantemente aportarle combustibles para los cuales, en su fabricación, fue necesario emitir importantes cantidades de gases de efecto invernadero.

Y por último, pero no menos importante, los combustibles gastados tienen que ser transportados y almacenados bajo estrictas regulaciones durante miles y miles de años. Aquí también hay que tomar en cuenta las emisiones.

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