Otra gran mentira nuclear: Los Reactores Nucleares Pequeños (SMR)

Construcción del CAREM (Central Argentina de Elementos Modulares), en el sitio Atucha, febrero de 2020. Crédito: Comisión Nacional de Energía Atómica.

Los Small Modular Reactor (SMR) se comercializan como una solución a la crisis climática, pero ya son mucho más caros y tardan mucho más en construirse que los recursos renovables y de almacenamiento, tecnologías que ya tenemos.

Por Juan Vernieri

En notas de octubre del año pasado, destacamos que el futuro de los SMR no estaba tan claro como aparentaban quienes apoyan la energía nuclear. Sus defensores siguen postulando que estos diseños de reactores SMR, designados como de 4.ª generación o avanzados o microrreactores, son la “gran solución” a los problemas de la industria nuclear.

Y no nos equivocamos. Prácticamente en todos los países sucede lo mismo, resultan mucho más caros de lo supuesto y su construcción es también más lenta, por lo que no prosperan como solución al cambio climático.

Veamos nuestra experiencia. En 1984 en Lima, durante una conferencia del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) sobre reactores de pequeño y mediano tamaño, Argentina presentó su plan de construir el pequeño reactor CAREM, siendo, cronológicamente, uno de los primeros del mundo.

En 2006, veintidós años después, se encontraba en una etapa avanzada de diseño, paso previo a la construcción de un prototipo a escala real, siendo parte del Programa de Reactivación de la Actividad Nuclear, anunciado en agosto de 2006.

Se inició la construcción del prototipo, a paso muy lento en el 2011, y el 8 de febrero de 2014 se efectuó la primera colada de hormigón. En ese momento, la CNEA anunció que el reactor estaba “programado para comenzar las pruebas en frío en 2016 y recibir su primera carga de combustible en el segundo semestre de 2017”. En 2019 se reprogramó para comenzar a operar en 2022. El reactor no está ni cerca de ese cronograma y la última fecha estimada para su puesta en marcha es 2027, fecha aún dudosa.

En enero de este año, la actual presidenta de la CNEA, doctora Adriana Serquis, manifestó que el Estado lleva invertido en el Carem unos u$s600 millones, y la inversión total cuando finalice estará cercana a los u$s1000 millones, luego alardeó: “El proyecto NuScale de Estados Unidos tendrá una inversión de u$s1400 millones, aunque el nuestro es un prototipo más chico, no nos va mal en la eficiencia”. El anterior presidente había dado un número mayor de la inversión.

La CNEA había estimado en 2005 que costaría unos US$105 millones. Ahora piensa en DIEZ veces más.

La pregunta que se impone: ¿por cuántos millones se podrá exportar este desarrollo tecnológico? Hasta que esta pregunta no tenga una respuesta precisa, no se puede ni siquiera imaginar si la experiencia es exitosa.

Por ahora podemos decir que cuatro décadas desde que se concibió, no es poco tiempo y mil millones de dólares para 32 MW no es poca plata (Más de 31 millones de dólares por MW).

El consuelo sería, como dijimos, que en muchos países sucede lo mismo. El precio estimado de la energía producida por el SMR estadounidense andaría próximo a los 90u$s/MWh precio muy superior al de la energía producida por las renovables.

Hasta ahora solo hay tres SMR en operación.

Dos los tiene Rusia, flotantes en su barcaza Akademik Lomonosov, abasteciendo de electricidad a población ártica de la parte oriental del país. Entró en operación comercial en mayo de 2020 después de largas demoras y sobrecostos. Son de muy bajo rendimiento, aunque no trascendió la razón.

El tercero lo tiene China, que se conectó a la red el 20 de diciembre de 2021. Retrasos y costos escalados en este proyecto ofrecen una excelente ilustración de que los SMR padecen los mismos problemas de los reactores de mayor potencia nominal. Retrasos y sobrecostos comienzan incluso antes de la construcción.

 

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