Principales razones para rechazar la energía nuclear | 11.° parte

La Planta Piloto para el Aislamiento de Residuos, Nuevo México, Estados Unidos. Crédito: wipp.energy.gov

Una de las consecuencias inevitables de tener centrales nucleares en funcionamiento es la gestión de sus residuos, y estos no pueden guardarse en un contenedor o almacén cualquiera, necesitan de una infraestructura complicada y un presupuesto enorme. La falta de destino para los desechos nucleares de alta radiactividad y perdurabilidad por milenios es la razón más contundente para prescindir de la energía nuclear.

Por Juan Vernieri

Dijimos que actualmente los Almacenes Geológicos Profundos (AGP) son la mejor opción para ubicar los desechos en forma supuestamente definitiva. Dijimos que había solo dos en el mundo, uno era el de Onkalo en Finlandia y lo describimos. Ahora veremos el de Estados Unidos.

A 32 kilómetros al este de Carlsbad, Nuevo México, se encuentra la Planta Piloto para el Aislamiento de Residuos (WIPP, por su sigla en inglés). Es el primer almacenamiento subterráneo licenciado para el depósito seguro y permanente de residuos radiactivos transuránidos.

Esta planta se destina solo a los residuos procedentes de la investigación y de la producción de armamento nuclear. No es adecuada para los residuos de las centrales nucleares, porque desprenden calor. El calor atrae el agua, que corroería los embalajes de los residuos y ocasionaría la disolución de estos en el agua salada.

El Departamento de Energía de los Estados Unidos comenzó la planificación de esta instalación en 1974. Tras más de 25 años de estudios científicos, de interacción con el público y peticiones del regulador, la planta comenzó sus operaciones el 26 de marzo de 1999. Las operaciones continuarán hasta el 2070, con una vigilancia sobre el emplazamiento al menos durante los siguientes 100 años.

Fue diseñado para colocar los residuos procedentes de la producción de armas nucleares desde la Segunda Guerra Mundial. En particular, los miles de cabezas nucleares y los desechos de la fábrica de plutonio de Handford, que se necesitarán mantener aislados de la superficie durante los próximos 10.000 años

Los residuos se sitúan en salas a unos 650 metros bajo tierra excavadas en una formación salina de unos 600 metros de espesor que ha permanecido estable durante más de 200 millones de años. La sal actuaría como un medio plástico sellando cualquier grieta que pudiera desarrollarse a lo largo del tiempo, y por ello fue elegida para el proyecto WIPP.

Cada sección de almacenamiento, conocida como panel, mide 4 metros de alto, 10 metros de ancho y 91 metros de largo.

Los trabajadores tienen medidores de radiación y pasan un tiempo limitado en cercanía directa con los residuos, muchos de los cuales emiten radiaciones a través de partículas que, inhaladas o ingeridas, son muy peligrosas.

Una investigación del Departamento de Energía descubrió más de 30 fallas de seguridad en la planta, incluyendo deficiencias técnicas y fallas en el enfoque global de la seguridad.

En febrero de 2014 dos eventos aislados ocurrieron en esta Planta Piloto. El día 5, un camión de extracción de sal se incendió bajo tierra y ardió durante horas antes de que alguien lo hubiera descubierto. Los trabajadores fueron evacuados y se cerró la parte subterránea. Seis trabajadores fueron atendidos por inhalación de humo.

Nueve días después, a última hora de la noche del 14, ocurrió un segundo evento no relacionado, cuando un tambor de 200 litros con desechos nucleares estalló violentamente y arrojó montículos radioactivos de espuma blanca. Este segundo evento amenazó el futuro del almacenamiento.

La masa fluida desparramada, una mezcla que contenía plutonio, llegó hasta la superficie, a través de un ducto de ventilación, donde contaminó con dosis bajas de radiación a 21 trabajadores. El aire de ventilación se extrae del depósito subterráneo mediante enormes ventiladores en la superficie.

El accidente contaminó el depósito. Decenas de profesionales químicos de todo el país, tratan de resolver un misterio para el que no encuentran explicación. ¿Por qué estalló el tambor?

Dada la hora en que ocurrió el evento, solo 13 empleados estaban en la superficie y ningún empleado estaba en el subsuelo. Todos se sometieron a pruebas de contaminación. Las muestras fecales iniciales midieron algo de radiactividad por encima de los niveles normales de fondo, y las muestras de orina de seguimiento no mostraron cantidades detectables de radiactividad y no tenían contaminación radiactiva detectable en lo profundo de sus pulmones.

De las pruebas efectuadas a los 140 empleados al día siguiente, 118 no mostraron niveles detectables de contaminación. A los 22 restantes se les notificó que su exposición era baja, equivalente a la misma exposición que obtendría una persona con una radiografía de tórax.

Más pruebas confirmaron la presencia de dos partículas radioactivas, isótopos de americio y plutonio, en los filtros de aire de la superficie.

La seguridad de este depósito de residuos quedó en entredicho en un artículo de opinión publicado en la revista Nature. Varios expertos nucleares encabezados por Rodney Ewing, de la Universidad de Stanford, California, han cuestionado abiertamente la seguridad del depósito y alertan de los peligros que se corre si se aumenta la cantidad de plutonio almacenada.

La intención del Departamento de Energía es sellar el depósito en el año 2033, cuando se alcance su máxima capacidad.

La WIPP presumía de un excelente historial de seguridad, hasta este incidente que provocó retrasos en el transporte ya programado de cargamentos desde distintas partes de la nación. Miles de toneladas de residuos radiactivos que se dirigían hacia el vertedero tuvieron que almacenarse de emergencia en Idaho, Washington, Nuevo México y otros sitios, según informaron funcionarios estatales.

Antes de la fuga, muchos residentes manifestaban que el depósito nuclear no les preocupaba en lo más mínimo. Ahora se preguntan cuáles hubiesen sido las consecuencias si la explosión hubiera ocurrido cuando había trabajadores en el subsuelo.

Hubo señales de inquietud en la población. Una reunión municipal con funcionarios sobre el incidente convocó a alrededor de 300 habitantes de Carlsbad. Un periódico local informó de un notable aumento en las citas médicas para escanear pacientes en busca de radiación.

Una investigación detectó que la compañía operadora de la planta, a pesar de sus 15 años de actividad, no tenía un programa eficaz de seguridad nuclear.

El accidente ha planteado preguntas difíciles sobre la capacidad del Departamento de Energía para administrar de forma segura las reservas de residuos nucleares de la nación, un trabajo que tiene décadas de atraso y que enfrenta graves desafíos técnicos.

El tambor de residuos de plutonio y americio que explotó había sido empaquetado en el Laboratorio Nacional de Los Álamos. El problema se remonta a los materiales de relleno que se emplean para secar líquidos en los tambores sellados. Los funcionarios del laboratorio habían decidido sustituir un material orgánico por uno mineral, pero este causó una compleja reacción química que hizo explotar la tapa del tambor, contaminando el 35% de la zona subterránea.

Seis meses después del accidente, no habían podido descubrir la reacción química exacta que causó que el barril explotara. Los investigadores detectaron el cambio en el embalaje hecho en Los Álamos, y están investigando si ese cambio fue aprobado por los químicos superiores del laboratorio. Un equipo de expertos de la WIPP debió haberse dado cuenta del riesgo.

Los investigadores están observando una variedad de materiales que pudieron haber sido agregados al barril, incluyendo plomo, tungsteno, ácidos, etc. como posibles factores de la explosión.

Aunque el error en el laboratorio de Los Alamos causó el accidente, una investigación descubrió más de dos docenas de fallas de seguridad en el vertedero. El sistema de filtración debía prevenir cualquier emisión radiactiva, pero no funcionó.

El accidente también está complicando los programas de limpieza en casi una docena de otros sitios de armas nucleares del país.

No hay duda de que el Departamento de Energía ha minimizado la importancia del accidente. En Washington, las autoridades estatales se vieron obligadas a aceptar los retrasos en el movimiento de importantes volúmenes de desechos nucleares de la ex fábrica de plutonio de Hanford hacia la WIPP. El acuerdo ha crispado aún más la relación entre el estado y los reguladores federales.

La instalación no fue diseñada para operar en un estado de contaminación, se supuso que permanecería limpia, pero ahora debe funcionar contaminada. Las operaciones completas no podrían reanudarse allí hasta que se finalice la construcción de un nuevo sistema de ventilación, en 2021, y se diseñen robots especiales para realizar las reparaciones en las profundidades.

El basurero estuvo clausurado durante tres años. Las actividades se reanudaron, pero solo parcialmente en la parte menos contaminada en enero de 2017.

Los primeros comunicados federales no daban ningún indicio de que la explosión hubiera causado un enorme daño a largo plazo al vertedero o de que pondría en peligro la credibilidad del Departamento de Energía para tratar con el complicado asunto de los desechos radioactivos.

Sin embargo, aquel accidente nuclear se ubica entre los más costosos de la historia de los Estados Unidos, según un análisis del L.A. Times. El costo directo de la limpieza es de 2.000 millones de dólares, importe que no incluye el reemplazo total del sistema de ventilación contaminado. Operar el vertedero cuesta alrededor de 200 millones de dólares por año.

Debido al tratado suscripto entre Estados Unidos y Rusia para reducir y destruir armas estratégicas, fue necesario ampliar la capacidad de la WIPP, pero este asunto de la ampliación, lo desarrollaremos en otra nota.


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