Principales razones para rechazar la energía nuclear | 3.° parte

Crédito: BBC/CNSNS.

En notas anteriores decíamos que los principales motivos para rechazar la Energía Nuclear eran cuatro: Impactos en la salud, residuos, seguridad, y vinculación con la actividad militar. Empezamos a ver detalles de cómo afecta la salud de los humanos, seguimos con un caso paradigmático. Hoy veremos otro que tuvo una dispersión mucho mayor.

Por Juan Vernieri

En enero de 1984, un camión de carga que transitaba por la carretera que pasa por el Laboratorio Nacional de Los Álamos, Nuevo México, EEUU, activó los detectores de radiación del laboratorio. Una cámara del exterior ayudó a detectar el vehículo que radiaba.

La historia viene de lejos

La investigación detectó que el camión provenía de la Ciudad Juárez, México. El 25 de noviembre de 1977, el Centro Médico de Especialidades de Ciudad Juárez adquirió, sin autorización del organismo pertinente, una unidad de tratamiento con cobalto-60 importada.

El Centro nunca tuvo personal capacitado para usarlo, por lo que fue almacenado indefinidamente en un espacio de la clínica sin los requisitos mínimos de seguridad.

Recién en diciembre de 1983, un técnico de mantenimiento sin advertirlo inició un grave incidente: sin ayuda ni autorización desarmó el cabezal de la unidad y extrajo de allí un cilindro en cuyo interior se encontraba el cobalto-60. El objetivo era vender como chatarra las partes. Aparentemente el trabajador tomó sin autorización el aparato.

Debido a que el cilindro con la fuente radiactiva pesaba unos 100 kg, el trabajador le pidió ayuda a un amigo, para trasladar el material en una pequeña camioneta de carga.

Viajaron hasta un local de compra-venta de chatarra, en el sur de Ciudad Juárez, donde vendieron lo obtenido.

El trabajador había perforado el cilindro que contenía 6.000 gránulos o "pellets" de cobalto-60 y una cantidad indefinida de ellos quedaron regados en la camioneta usada, en el patio de la chatarrería, en las grúas y otros vehículos del negocio y hasta en las calles de Ciudad Juárez. Así quedó contaminada gran parte de la chatarra del depósito. La camioneta y el depósito de chatarra se convirtieron en grandes focos de radiactividad.

Ya en diciembre de 1983 había sido vendida a las fundiciones gran parte de la chatarra contaminada.

La casualidad permitió la detección.

El 16 de enero de 1984 se dio la detección del camión de carga que pasaba cerca del Laboratorio Nacional de Los Álamos, como referimos al principio.

El vehículo pertenecía a Aceros de Chihuahua SA (Achisa), que era el principal comprador de chatarra y notificaron al gobierno de México.

A partir de ahí, los expertos fueron tirando el hilo de la madeja hasta dar con el origen del problema y el riesgo de contaminación que se generó.

La camioneta estacionada

No solo en el depósito de chatarra y en Achisa había contaminación, sino también en el área de mantenimiento, el conmutador telefónico del Centro Médico de origen, la camioneta a cargo del trabajador y la calle en donde la estacionó, así como una maquiladora de productos de acero.

Además de establecer “blindaje” en torno a los lugares investigados y asegurar las varillas y productos contaminados, fue imperativo rastrear la presencia de los gránulos de cobalto-60 sueltos con equipos especializados e incluso un helicóptero con un detector barrió las calles de Ciudad Juárez.

La pequeña camioneta, estacionada durante semanas debido a una avería en un barrio habitacional cercano a la frontera con EEUU, donde vivía el trabajador, también fue un foco de contaminación inquietante: las lecturas de niveles de radiación llegaron en un momento a valores muy altos.

Si el conductor y acompañante estuvieron en la cabina durante el transporte de la fuente, debieron haber recibido una exposición muy intensa que pudo haberles provocado vómitos al cabo de horas y enrojecimiento de la piel en la semana.

La fuente de cobalto-60 fue encontrada en la chatarrería. Gránulos o pellets quedaron por todos lados.

El vehículo fue llevado hasta una zona despoblada próxima a la línea fronteriza con Estados Unidos.

Una señora se había sentado diario junto a la camioneta. Nadie se enteró de que tenía una fuente radiactiva. La población poco supo de la situación que se había dado.

La degradación natural del cobalto-60 hizo que la fuente de radiación se redujera notablemente para febrero de 1984, por eso el daño a la población fue muy bajo.

Además del depósito de chatarra y de Achisa, la investigación detectó que tres empresas que comercializaban materiales férreos en las ciudades de Monterrey, Gómez Palacio y San Luis Potosí registraban contaminación.

Demoliciones

Unas 6.600 toneladas de varilla y 3.000 bases metálicas para mesas fueron fabricadas con hierro contaminado. La varilla fue comercializada en 17 de los 32 estados de México. De 17.600 construcciones inspeccionadas, 814 tuvieron que ser demolidas.

Incluso en una carretera que une a Ciudad Juárez y Chihuahua hubo rastros de material radiactivo. Todo requirió una cuidadosa tarea de detección y aseguramiento de gránulos y objetos contaminados.

Unas 4.000 personas resultaron “expuestas a la radiación” de las cuales un 80% recibió dosis bajas. Otro 18% recibió dosis medias, y unas 80 personas, estuvieron expuestas a dosis altas. Cinco personas estuvieron expuestas a dosis muy altas en un periodo de dos meses, en ellas el efecto puede transmitirse a sus descendientes.

La investigación publicada en 1985 presenta un informe médico muy pobre. Describe muy poco los problemas de salud detectados en las personas expuestas.

Cuatro trabajadores del depósito de chatarra, el hijo de uno de ellos y un cliente, presentaron leucopenia, que es disminución en la concentración de leucocitos en la sangre. Luego de unos meses. empleados de Achisa se quejaron de fuertes dolores de cabeza, vómitos y diarreas. El amigo que ayudó a trasladar la unidad tenía una quemadura atribuible a radiaciones en proceso de cicatrización. No hubo reportes de víctimas mortales conocidas, pero muchos pobladores de la ciudad manifestaron iguales síntomas.

Sin encontrar un lugar donde enterrar el material radiactivo lo llevaron en camiones de un lado para otro durante casi un año. Un desorden total. Luego de múltiples intentos fallidos por la oposición de pobladores y autoridades locales, el gobierno mexicano efectuó una excavación en un paraje desértico del sur de Ciudad Juárez llamado “La Pedrera”.

Ahí fueron llevados tanto las varillas y otros materiales fabricados con hierro contaminado, como la camioneta. Todo fue sepultado bajo concreto para neutralizar su efecto nocivo. Aquel “cementerio” de desechos radiactivos que debiera haberse protegido quedó abandonado.

No hubo un seguimiento de las autoridades sanitarias sobre las personas más expuestas, pero se sabe que el efecto en cinco personas pudo llevar a daños del material genético hereditario al menos a dos generaciones, causar esterilidad y falta de espermatozoides en la persona expuesta.

Los perjuicios a la salud que causa la radiactividad son graves y son una de las razones principales para prescindir de la energía nuclear.


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