De Hiroshima a Ucrania

II Seminario Internacional Soberanía Energética, Integración Eléctrica y Gestión Pública para el Buen Vivir (17 de Agosto)

(Por Agustin Saiz, Movimiento Antinuclear Zarate / MARA)

1 - Breve introducción a la problemática nuclear argentina.

Desde aproximadamente el año 2010 con un grupo de vecinos nos autoconvocamos, desde las ciudades de Zárate y Campana, organizando un frente de resistencia frente a las políticas del Estado Argentino respecto a la cuestión nuclear. En aquel entonces entendíamos que era el momento oportuno para darle un golpe a todo el plan nuclear argentino, que desde el 2006 la proclamada Ley N.º 26.566 venía impulsando y así intentar comenzar una etapa de diagnóstico verdadero y reparación sanitaria y económica del impacto socioambiental que se había producido. No solo en la zona costera de Zárate a partir de la puesta en marcha de Atucha I (1974), sino también, en todo el territorio a través de la extensión del plan nuclear que incluía todas las etapas del ciclo del uranio por toda la Argentina (minería, transporte, elaboración combustible, producción eléctrica, basura radiactiva).

A pesar del esfuerzo para visibilizar el tema abriendo el debate por medio de múltiples propuestas desarrolladas en los diferentes campos (culturales, artísticos, académicos, etc.) alrededor del 2014, finalmente no solo se extiende la vida útil de Atucha 1, sino que además se inaugura oficialmente Atucha 2. Es decir, perdimos en aquel entonces la oportunidad histórica de cerrar un ciclo que el día del mañana, por el aumento de los costos y del material radioactivo a tratar, será mucho más difícil, costoso y complejo.

A partir de entonces, diferentes circunstancias impulsaron al gobierno a reafirmar lazos con nuevos socios internacionales y el caso particular de lo nuclear, a licitar reactores en el extranjero con otras potencias. De este modo quedo deslegitimizado el discurso oficial que hasta el momento se venía empleando, haciendo eje en la tecnología nacional y la soberanía energética. El sector nuclear local quedó relegado en la toma de decisión y por su parte insistió en vano en buscar financiamiento para emplazar un reactor Candu, que es la tecnología que Argentina domina. Hay que mencionar también al proyecto Carem de reactores modulares, ya que el sector nuclear, al no poder participar del negocio de los reactores de potencia, se refugió en este nicho despertando posteriormente el interés de los EE.UU. de asociarse, sobre todo después de que China avanzara con su actual propuesta vigente.

En el 2017, hubo un primer intento concreto de instalar el reactor chino que inicialmente proyectaron en Zárate, pero en ese entonces en Río Negro, a través de su gobernador Weretilneck. Esto produjo la reacción inmediata de toda la población de la Patagonia y la movilización popular que terminó no solo rechazándolo, sino que además conquistó una Ley antinuclear en aquella provincia que actualmente lo prohíbe. Al conocerse la noticia que el reactor volvía a ser propuesto a Zárate, se conforma el MARA (Movimiento Antinuclear de la República Argentina) con asambleas y grupos antinucleares activos en todo el país, para evitar el nuevo proyecto pero además para visibilizar y denunciar la extensión de la problemática nuclear ya ocasionada en todo el territorio (minería, transporte, elaboración combustible, reactores y deposición de basura).

En la actualidad, Argentina ya tiene firmado el contrato de ingeniería y construcción con China para emplazar el reactor de potencia PWR llamado “Hualong One” (H1) y solo falta cerrar el financiamiento, que aún se mantiene obstaculizado políticamente a la fecha, por la tensión generada por el cruce del financiamiento y la deuda tomada con el FMI. Pero también vale mencionar que desde aproximadamente el 2014, cuando Argentina sale a licitar, se mantuvo activa una comisión bicameral entre Argentina y Rusia, aún no disuelta, que desarrolla escenarios y eventualmente acerca propuestas para emplazar nuevos reactores en el territorio.

2 - Los accidentes nucleares como consecuencia de procesos históricos, políticos y climáticos.

Desde hace algunos años venimos intentando discutir la cuestión nuclear en los nuevos escenarios de guerra, crisis energética y cambio climático. De algún modo entendíamos que las lógicas desde donde interpelar esta problemática estaban cambiando a gran velocidad y los hechos recientes nos dieron la razón para plantear nuevos ejes del debate. Paradójicamente, a medida que identificamos los nuevos peligros y advertíamos al respecto, fuimos testigos de la reacción contraria por parte del lobby quien articuló su discurso de propaganda falseando estas lógicas, con medias verdades o argumentos erradamente groseros.

Lamentablemente, la fuerza del discurso hegemónico hace que gran cantidad de la población mundial haya sido permeada y ha acercado al tema desde un solo punto de vista y por lo tanto, nos sentimos en obligación de rebatirlo. Lo cual no es nada fácil porque nos pone en la disyuntiva moral de preguntarnos hasta dónde legitimamos un punto de vista viciado y tergiversado sin mucho fundamento. Por ejemplo, en Argentina nadie estaría dispuesto a discutir públicamente sobre lo ocurrido durante la dictadura militar de los 70´s, con alguien que no está de acuerdo en que fue un genocidio y justifica sus crímenes.

La catástrofe de Fukushima (2011) y el riesgo actual de Zaporiyia en Ucrania (2022) no responden a accidentes provocados por fallos técnicos. Responden a las consecuencias de los procesos históricos, políticos y climáticos, que se producen alrededor de las instalaciones nucleares. Fue el plan nuclear fomentado por EE.UU. para desarrollar a Japón como una potencia nuclear de facto, responsable de instalar 14 reactores en la costa oeste, sobre la falla sísmica activa más importante del planeta. En el caso de Ucrania, desde el 2014 se fomentó desde el extranjero un golpe de estado que posicionó a las facciones nacionalistas, que hostigaron a la población en el Donbas, hasta días antes que Rusia decidiera invadirla. Es decir, hubo un proceso concreto desarrollado en el tiempo, que construyó el escenario para el desastre. Desde ese punto de vista, nos tenemos que preguntar qué valor tiene seguir discutiendo la cuestión nuclear por ejemplo con la OIEA o los organismos promotores, cuando ni siquiera tienen la capacidad de reconocer la complejidad del mundo, ni de responder al alcance de sus consecuencias.

De algún modo sin proponérselo, el hecho de reducir todo a puros tecnicismos, opera a veces para desligar a los responsables de crímenes, que quieran o no, han fomentado. En Japón el eje del debate actual respecto a Fukushima se basa en la cantidad enorme de agua radiactiva que será arrojada al Pacífico. Pero nadie menciona de la necesidad de estudios complementarios, a los ya realizados por organismos autónomos, para determinar la ayuda que necesita el territorio ya afectado y su población, por lo menos hasta los próximos 100 años. También se invisibiliza el daño de las víctimas de Chernobyl que desde 1986 continúa al día de hoy, con la tercera generación que hereda ADN dañado. Al plantear solamente en Zaporiyia, el tema de la seguridad a futuro en la planta, para que pueda seguir o no operativa, se está invisibilizando otro problema profundo y no por una cuestión de incapacidad o falta de perspectiva. En el caso de Chernobyl es una cuestión deliberada, una política asumida por los organismos de seguridad nuclear. Cabe mencionar a dos argentinos puntualmente: Dan Beninson y Abel González, que en diferentes momentos (1986 y en a partir del 2000 respectivamente) trabajaron como lobbistas para reducir “oficialmente” el número de víctimas hasta el absurdo de un puñado de miles. Para contrastar rápidamente el grosero error en el orden de magnitud a la que estos dos hombres de ciencia alcanzaron, basta ver las estadísticas del ministerio de salud de Ucrania que hablan de más de 2,5 millones personas que recibieron hasta hoy tratamientos otorgados por dicho Estado, de los cuales 500 mil son niños.

3 - Los ciclos terminados de expansión de la energía nuclear.

El primer ciclo de expansión de la industria nuclear encabezado por occidente, había concluido prácticamente hace una década, con enormes dificultades. Alemania después de Fukuhsima determina el cierre de sus plantas. Francia había programado gran parte de su matriz de producción eléctrica renovarla para el 2035. Los EE.UU., como estrategia, ya había abandonado la idea del suministro de uranio local, dejando indefinido el tema de la remediación de cientos de minas y desarrollado el proyecto de Yucca Mountain como único depositario de todo el material radiactivo esparcido en el resto de las instalaciones nucleares. Todos estos países nuclearizados enfrentaban gravísimos problemas financieros, ambientales y operativos que en la práctica hacían poco conveniente continuar.

El segundo y actual ciclo de expansión está siendo encabezado por China, que al igual que el resto de los países en el período anterior que se posicionaron como potencia nuclear, está en plena carrera armamentística. En nuestra región, China junto a Rusia, proponen la oferta nuclear como estrategia de posicionamiento dentro de un marco de negociación más amplio. Rusia en años anteriores había entablado con Bolivia, estrechos acuerdos relacionados con armamento militar, energía e instalaciones nucleares de potencia que se frustraron después del golpe. También Rusia ofreció al presidente argentino Alberto Fernández en su última y fatídica gira a dicho país, días antes de la guerra en Ucrania, dos reactores uno en tierra y otro flotante, para iniciar otro tipo de conversaciones. China disputó fuertemente con Trump durante toda la semana que duró la reunión del G20 en Buenos Aires, la posición argentina y ganó la pulseada para sostener el acuerdo nuclear. Recientemente una delegación de Norteamérica se acercó nuevamente a la Argentina, casi a modo de ultimátum, para advertir las consecuencias políticas que acarrearía seguir manteniéndolo.

Pensemos a modo de un juego hipotético dónde estaría parada la Argentina a los ojos de las potencias occidentales y la comunidad internacional, si el acuerdo macro con llave en lo nuclear del H1, se hubiese terminado de cerrar con China en el mencionado 2017, o antes y la construcción ya estuviera avanzada o terminada. Qué significa ser socio de China en esta área durante la guerra de Ucrania y la actual tensión con Taiwán en mundo que se polariza irreversiblemente. A modo de antecedentes China ha realizado transferencia de tecnología y financiamiento al plan nuclear de Pakistán y al de Corea del Norte. Queramos o no verlo, el peso de un acuerdo nuclear, para la política exterior tiene un costo que no pasa desapercibido.

Son importantes estas coyunturas a la hora de hablar de lo nuclear, donde todo otro tipo de lógica queda desplazada a un segundo plano. En plena crisis económica, Argentina importa un reactor nuclear que es una opción 2 o 3 veces más caras que cualquier otro tipo de alternativa para producir energía con menor impacto. Tampoco se entiende la lógica del precio trascendido (8.300 millones de dólares), ya que es muy superior (alrededor de 2.000 millones de dólares) comparándolo con el mismo modelo vendido a Pakistán (Karachi 2 y 3). Incluso en cuestiones puramente legales, el sector nuclear argentino, tiene varias denuncias penales por avanzar impunemente, incumpliendo instancias de consulta obligatoria a las poblaciones cercanas alrededor del proyecto que asumen el riesgo. En un futuro, los pasivos que se generen en forma de residuos, responderán no a una elección libre y soberana, sino a una circunstancia ajena, que es, en definitiva, la posibilidad de la toma de deuda con China que la clase dirigente quiere acceder para financiar la obra pública, a través del Hualong One.

4 - La cuestión nuclear en el contexto de guerra, crisis energética y cambio climático.

La energía nuclear seguramente sea responsable de enormes crisis en un futuro. En el contexto, del inevitable cambio climático, sería algo así como una crisis terminal dentro de otra. La mayoría de los reactores por necesitar refrigeración constante están localizados en zonas costeras de ríos, mares y lagos, todos inundables. Esto es algo lógico de entender para quienes hablan de lo nuclear como propuesta dentro de ese marco. Sin embargo, no hemos visto a nadie que haya salido corriendo a desactivar los múltiples riesgos esparcidos en todo el planeta. Bajo estas dinámicas no lineales y caóticas, no es necesario que una ola de 20 metros impacte de lleno sobre una central para una catástrofe. Tan solo con que la instalación quede obstaculizada o no se pueda operar debidamente, el riesgo asciende.

Si la dinámica del cambio climático es real, tal cual la concebimos, deberemos enfrentar además de las consecuencias climáticas, tragedias en múltiples frentes a las que no estamos seguros de tener capacidad de responder. Hablamos de zonas frías que se volverán calientes y viceversa. Territorios que no podrán cultivarse y que probablemente generen hambrunas generalizadas, de migraciones, de poblaciones que deberán ser evacuadas, de guerras globales y otras de rapiña por la supervivencia. En ese marco la cuestión nuclear, pasará inevitablemente en algún momento a un segundo o tercer plano y como dijimos antes, un reactor abandonado es un accidente planetario. Una central nuclear es una instalación compleja y dependiente siempre del buen funcionamiento de su infraestructura de servicios. Problemas asociados a la refrigeración para las piletas de enfriamiento, a no poder sostener un programa adecuado en el tiempo de mantenimiento o dificultades para conseguir algún repuesto específico son algunos de los escenarios que puedan ocurrir en las más de las 400 centrales operativas en todo el mundo. El planeta a duras penas pude sobrellevar el impacto de un Fukushima, pero con varios en simultáneo la supervivencia se hará insostenible.

Por otro lado, mientras algunas regiones del planeta son susceptibles de ser inundadas, en otras existirán sequías y las temperaturas de las aguas aumentarán. Durante la ola de calor del 2009, Francia tuvo que sacar de línea aprox. 20GW de potencia (equivalente a 20 reactores H1). A fines del año pasado, durante la bajante del Paraná, la empresa que opera los reactores de Atucha, hizo una modificación “express” de sus manuales de operación para mantenerlos activos.

Cuando hablamos de lo nuclear y la transición de energética, hay dos cuestiones básicas fundamentales. La primera es considerar el agotamiento del horizonte de producción del uranio, que según algunos expertos ya se ha producido en el 2016. Las gráficas de WNA nos dicen que sostener la producción por encima de un 30% del consumo actual, es casi imposible porque se tendrían que explotar todos los yacimientos identificados. De esto modo no llegaríamos ni a un 15% del share de producción. Y, en segundo término, es necesario considerar la imposibilidad de hacerlo, en el caso de que así lo eligiéramos, en el corto y mediano plazo. Emplazar un reactor requiere varios años, hasta incluso puede llegar a superar la década como plazo. A esto hay que sumarle la limitada capacidad de las empresas especializadas, para realizar la construcción de decenas en simultáneo.

En la práctica, el discurso pro nuclear, como paso intermedio en el esquema de transición energética funciona más que nada a favor del desvío de fondos necesarios para una solución verdadera. Es decir, opera como un obstáculo que podemos visualizar mejor, teniendo en cuenta que es la forma de producir energía más cara y que por lo tanto, se pueden reemplazar más KWhr empleando tecnologías de menor emisión de CO2.

Hablar de lo nuclear como tecnología de cero emisiones, es negar el padecimiento de todas las poblaciones que sufrieron y sufren, con la minería de uranio. En Argentina, en La Rioja la CNEA quiere entregar territorios para la explotación de minería de uranio a cielo abierto. Es decir, miles de toneladas de explosivos que volatizan la montaña, no están siendo tenidos en cuenta a la hora de calcular las emisiones. Tampoco la maquinaria pesada ni el transporte. Es como si el uranio concentrado en la barra de combustible mágicamente no dejara huella, ni tuviera una historia de horrores detrás. Para hacer una comparación más gráfica, es como si quisiéramos comprar un auto y nos lo vendieran sin ruedas.

6 - Conclusión.

La instalación de estos discursos articulados en estos nuevos escenarios se hizo notable en la ultima COP 26 de este año en Glasgow. Allí el fuerte lobby pronuclear Francés y Británico llegó a facilitar ponencias del presidente de la OIEA Rafael Grossi y no dio prácticamente espacio a la voz de los movimientos. El resto de los miles de ambientalistas que marcharon por las calles gritando que no hay más tiempo, no tuvieron claro lo que significa la amenaza nuclear y en cierto punto, hasta fueron condescendientes al escucharlo (de seguro no hubiera ocurrido lo mismo si hablase algún empresario petrolero).

Desde el otro extremo del mundo, tenemos que pensar, ¿qué significa “Transición Energética” para los pueblos marginados, periféricos, olvidados y en el caso de argentina, hasta hambreados por políticas ajenas? ¿Necesitamos en verdad que EE.UU., Rusia, China y las potencias europeas mantengan su nivel de consumo? Estamos obligados nosotros a sostener la matriz energética de nuestra desigualdad?

Los pueblos de esta región del mundo tenemos una identidad cultural propia, históricamente postergada y en los momentos de crisis debemos repensarnos quiénes somos y redescubrir nuevas formas de organización social, de producción y de consumo.

Por ello como siempre, antes de hablar de energía nuclear, debemos preguntarnos para qué, para quién y cómo.

Por un mundo sin energía nuclear.

Agustín Saiz (Movimiento antinuclear Zarate)

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