Dioxitek en Formosa: Ibáñez anunció la puesta en marcha


El ministro de Economía, Hacienda y Finanzas de Formosa, Dr. Jorge Oscar Ibáñez, anunció el 22 de mayo de 2021 que la Nueva Planta de Uranio de Dioxitek “se pone en marcha”.

por Gladis Bobadilla │ ilustración Ana Rosa Feldman y Suárez

Cuando el Presidente Kirchner decidió reactivar el plan nuclear argentino, Gildo Insfrán resolvió que Formosa formaría parte del mismo aceptando que se instalara en nuestro territorio el reactor nuclear Carem 150 (Central Argentina de Elementos Modulares).

Con el Dr. Nuncio Toscano y otros amigos ambientalistas, jóvenes de los Partidos Obrero y Libres del Sur, especialmente, dirigentes de la UCR, los gremios Autoconvocados y Voz Docente, organizaciones ambientales del país y Paraguay, trabajamos denodadamente para evitar que Formosa integrara el mapa nuclear argentino en forma inconsulta y violatoria de la ley 815 y el art. 13 de la ley ambiental 1060: “Queda prohibida la realización de pruebas nucleares; la utilización de sustancias radiactivas, de sus desechos, salvo las utilizadas en investigación y salud…”. Invitamos al biólogo Raúl Montenegro a una charla informativa al respecto, a la Fundación Ambiente y Recursos Naturales (FARN); con los jóvenes distribuimos folletos informativos en la plaza San Martin, organizamos un festival antinuclear, fuimos a Asunción a un Foro sobre el tema en el Ministerio de Obras Públicas, a la Cámara de Diputados, a la Comisión Bicameral, a Pilar, a dar charlas sobre el tema. Mientras tanto, se llevaron a cabo estudios sobre la posible localización del Carem y, luego, al parecer, se desistió de su localización en Formosa.

Pero, en 2013, nos enteramos de que Dioxitek -planta que elabora el dióxido de uranio, que luego se convierte en combustible para las centrales nucleares- fue expulsada de Alta Córdoba por violar diversas normas municipales, y no remediar los residuos radiactivos de baja intensidad dejados en los años que funcionó la misma, no queriendo otras ciudades cordobesas, ni Mendoza, ni La Rioja, recibirla por igual motivo; y Formosa se ofreció a aceptar dicha planta en su territorio. Y reiniciamos nuestra actividad, sumándose otros amigos ambientalistas, contando con la valiosa ayuda del Obispo y algunos sacerdotes y religiosas, para difundir y concientizar a la gente y en especial a los jóvenes, sobre los riesgos de la energía nuclear, de la que formaríamos parte.

En marzo de 2014, los “Barones” de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) presentaron el proyecto en el Salón G de la Costanera, vendiéndonos sus bondades, diciendo que era una planta química, no nuclear, cuando ellos mismos incluían a Dioxitek en el mapa nuclear, forma parte del ciclo nuclear, y en la página 103 del Estudio de Impacto Ambiental (EsIA), la ARN (Autoridad Regulatoria Nuclear) la define como Instalación Nuclear. Prometieron que si no había consenso para el emprendimiento, no se instalaría en Formosa.

El 15 de julio de 2014, se realizó la audiencia pública en la que no se le dio la licencia social, ya que se opusieron con argumentos fundados varias asociaciones ambientales nacionales y paraguayas, autoridades paraguayas, gremios, especialistas, representantes de la Iglesia Católica y de partidos políticos, ciudadanos comunes; no se consultó a Paraguay ni a las provincias por las que pasará el diuranato de uranio y luego el dióxido de uranio, siendo algunas de ellas antinucleares y antiuraníferas, en violación de Tratados Internacionales suscriptos por Argentina. A raíz de esas objeciones, modificaron la ruta pero igual pasarán bordeando el río Uruguay y este país es antinuclear y luego el río Paraguay, país cuya población y algunas de sus autoridades también se oponían, igual que Chaco, provincia no nuclear.

Se aprobó el proyecto, sin licencia social y sin efectuar importantes correcciones sugeridas en la audiencia pública, y comenzó la obra. Durante la gestión de Macri prácticamente se paralizó, y había versiones de que la trasladarían a Lima, donde se encuentran las centrales Atucha, ya que carece de toda lógica que la torta amarilla y luego el dióxido de uranio recorra gran parte del país de ida y vuelta para ser transformados en las pastillitas que son el combustible de los reactores nucleares, con el riesgo, la erogación y la contaminación que ello implica.

Pero apenas asumió Alberto Fernandez, anunció la reactivación de la actividad minera y del plan nuclear, haciendo caso omiso al rechazo mayoritario de las poblaciones involucradas. Y en Formosa, continuaron en forma acelerada las obras de infraestructura de la planta de uranio que, según el proyecto presentado a la audiencia pública se llamaría Nueva Planta de Uranio (NPU) y supuestamente nada tenía que ver con Dioxitek ya que tendría tecnología de última generación, no sería contaminante, etc.

Sin embargo el EsIA dice: “la generación de efluentes gaseosos está asociado al proceso en general. Serán emitidos a la atmósfera vapores amoniacales con ácido nítrico, gases con particulado de uranio, nitrato de amonio, amoníaco, pudiendo afectar la calidad de aire, ambiente y configurando en principio un riesgo para el medio circundante y la percepción del paisaje. Existe el potencial peligro en situación de emergencia, de que se generen vapores y/o efluentes que impacten en la calidad del aire. Ej. Derrame de amoníaco o incendio”

La generación de efluentes líquidos podría afectar la calidad del río, napas, suelo y salud del personal y población circundante así como la fauna y la flora. La extracción continua de agua de las napas puede generar impacto negativo en el recurso subterráneo. Los desagües cloacales en principio impactan en la composición del suelo y calidad del agua subterránea con posibles consecuencias en la salud de la población” … “Los riesgos más graves serían incendio, explosión o derrames en los tanques de amoníaco, la planta, en los camiones transportadores que puede afectar a la atmósfera, al suelo por precolación a las napas, a la calidad de vida de la población”.

Y los residuos sólidos con uranio, o sea radiactivos, van a quedar acá para ser enviados a Ezeiza para su disposición final cuando termine la vida útil de la planta. En la página 185 se lee que “Dioxitek va a tener la misma política de seguridad y ambiente que en Córdoba”, donde la CNEA, con la Fabril Córdoba y luego con Dioxitek S.A., dejó 57600 toneladas de residuos radiactivos de baja intensidad (el Chichón) sin membrana y sin remediar, vaya garantía.

Los que nos opusimos a ser provincia nuclear lo hacíamos fundadamente no porque éramos antediluvianos, terroristas ambientales, anti progreso, como nos calificaban los nuclearistas. Reitero, nuestra ley ambiental no lo permite, es una energía cara y no necesitamos tener en nuestro patio trasero -por miles de años- residuos nucleares, aunque sean de baja actividad, por el riesgo que ello implica, cuando podemos contar con energía solar, hidromotriz, hidroeléctrica, biomasa, baratas y amigables con el ambiente.

Los países serios que los nuclearistas nos ponían como ejemplo, como Suiza, Alemania, Japón, Francia, decidieron ir dejando paulatinamente la energía nuclear y reemplazarla por energías alternativas amigables con el ambiente. Pero nuestro país y, especialmente, Formosa, siempre a contramano del mundo y contra la opinión de la gente, continúa con este proyecto nuclear que no nos aparejará beneficio alguno y nos dejará por años residuos radiactivos de baja actividad pero igualmente peligrosos.


Gladis Bobadilla es abogada diplomada en Ambiente y Desarrollo Sustentable, e integrante del Movimiento Antinuclear de la Republica Argentina.

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